1ª Día navegación a Francia y primeros pasos de la ruta.


Casi sin pensarlo y dando ideas de qué hacer en verano, decidimos probar y hacer una ruta por Francia aprovechando las facilidades que nos daba el Ferry, y aunque por los pelos (encontramos camarote "in extremis") comenzamos el viaje el día dos de agosto, en el que tras una dura jornada playera de relax, nos dirijimos desde nuestra casa en La Pesa (Llanes) al inicio de nuestra ruta, el puerto del Musel en Gijón y el Ferry Norman Asturias.
Dos personas en camarote exterior más el transporte de la moto por 270€, cifra que me parece muy razonable si tenemos en cuenta el equivalente en gasolina para hacer unos 1.400 km, al menos una noche de hotel o dos, comidas y cenas durante el viaje, gasto de neumáticos, etc. y por supuesto el "ahorro" en cansancio.
En el tiempo de espera en la cola del Ferry (las motos embarcamos las últimas) hicimos relación con una pareja de moteros que tenían previsto hacer una ruta mucho más larga, pasando por Francia, Holanda y Bélgica para terminar en la Costa Brava.
El viaje magnífico, y tanto nosotros como la moto llegamos en perfecto estado para el inicio de la ruta.
El día tres de agosto desembarcamos con puntualidad británica a las 12,00 de la mañana, para iniciar la ruta que nos llevaría primero a Vannes, luego a Carnac y y por último a Dinan, donde teníamos reservadas dos noches en el Hotel De la Tour De L´horloge, que a un precio razonable con desayuno incluido, nos serviría de base de operaciones para el recorrido por la Bretaña.Ya desde el inicio de la ruta empezamos a disfrutar de preciosas vistas y de los sorprendentes, al menos para mi, ríos y rías de la zona, como el que aparece en la fotografía .
Llegamos a Vannes casi a la hora de comer y tras aproximadamente unos 92 kilómetros por la N-165.
Vannes, ciudad que se ubica en la orilla septentrional del golfo de Morbihan, en el estuario del río Marle, presenta un bonito conjunto medieval por el que pasear, y en concreto por el barrio de Saint-Patern o la calle Saint-Salomon, donde se puede encontrar un importante patrimonio de casas con entramado de madera.
Las más antiguas datan del siglo XV, aunque son escasas. Las más imponentes, debido a su meticulosa decoración especialmente en los voladizos, datan del siglo XVI.
Una pequeña muestra fotográfica, como siempre, mejor que mis palabras...



Tras la comida y un agradable paseo por la ciudad y su recinto amurallado, principal elemento del paisaje urbano y testigo directo de 1.500 años de historia militar, nos encaminamos a la cercana localidad de Carnac.
Carnac, a unos 34 Kilómetros de Vannes, es conocido por ser el yacimiento prehistórico que cuenta con la mayor riqueza de megalitos y dólmenes del mundo: 2.934 menhires que fueron levantados por los pueblos bretones entre el año 6.000 y 2.000 a.C.
Este alineamiento está compuesto por tres zonas diferentes: Le Ménec, con 1.099 menhires; Kermario, con 982 menhires y Kerlescan, con 540 menhires.
También cuenta con una estación balneario termal, pero la verdad, a nosotros no nos pareció nada del otro mundo, quizás influidos por el tiempo que no acompañó la visita.
![]() |
Alineamiento de Le Ménec |
Los últimos 150 km discurrieron por unas carreteras preciosas, sin apenas tráfico, que nos llevaron en no demasiado tiempo a nuestro destino en Dinan, donde nos esperaba una preciosa ciudad, con muy poca gente por las calles y un acogedor hotel donde la dueña, todo amabilidad, nos dio innumerables consejos para la visita a la ciudad y para la ruta del día siguiente.
La magnífica localización del Hotel, pegado al casco antiguo, nos permitió, tras una reconfortante ducha, dar un paseo por el centro, disfrutar de una ciudad muy bien conservada, y tomar una relajada cena a base de mejillones, producto muy típico de la zona, aunque a mí al menos no me parecieron nada especial y diminutos, comparados con el tamaño de los gallegos por ejemplo.
![]() |
Entrada al Hotel |
Dinan, nombre que proviene de la contracción de dos palabras celtas "Dunos" y "Ahna": la colina de Ahna, dios de los vivos y los muertos, es una ciudad fortificada por una magnifica muralla y se sitúa en una colina frente al río Rance.
Es visitada por su arquitectura y por ello es unos de los principales focos turísticos del norte de la Bretaña y del departamento de Côtes-d'Armor y son famosos sus caramelos de mantequilla, que por cierto no probamos.

Una ciudad que merece la pena visitar y por la que pasear con calma, disfrutando de múltiples rincones.
Y como muestra algunas fotos.

Ruta: distancia recorrida: 304 kms aproximadamente.
2º Dia Ruta por la Bretaña.
Tras un primer día de transición, no exento de interesantes visitas, se iniciaba el 2º día con un programa de lo más sugerente, mérito por un lado de las sugerencias de mi hermano en cuanto a lugares a visitar y de los consejos de la dueña del hotel en cuanto a las carreteras por donde ir para realizar esas visitas por otro.
La ruta del día nos llevaría hasta el Monte St-Michel; Cancale; St Maló; Dinard; Cap Fréhel y vuelta a Dinan. Total, unos 258 km aproximadamente por todo tipo de carreteras.
Ver Dinan-Dinan Ruta por la Bretaña. en un mapa más grande
Para ahorrar tiempo en el desplazamiento más largo del día nos dirigimos hacia la N-176, y una vez en ella hasta la salida D-797 a nuestro primer y más famoso destino del día, el Monte Saint-Michel.


La Abadía Benedictina como tal data del año 966 e irá creciendo y cambiando a lo largo de los siglos.
Sus muros y la situación de la misma en el monte (durante siglos sólo se podía acceder por tierra en marea baja y por mar en marea alta), hacen de ella un lugar inexpugnable durante la llamada Guerra de los Cien Años, y de hecho los ingleses no pudieron conquistarla por mucho que lo intentaron.
En 1791 los últimos monjes benedictinos abandonan la Abadía durante la Revolución Francesa, pasando a convertirse en prisión desde 1793 hasta 1863.
Actualmente está declarada Patrimonio de la Humanidad, y es el lugar más visitado de Normandía, aunque como dato curioso decir que sólo un tercio de los visitantes (más de tres millones de visitas al año) acceden a la Abadía, quizás por el coste de la visita a la misma -por buscarle alguna explicación y no la simple de que la gente prefiere hacer compras en las mil y una tiendas de recuerdos de la zona baja del Monte-.
![]() |
Claustro |
![]() |
Comedor que inspiró el de la película Harry Potter |
La visita al Monte y a la Abadía lleva tiempo, y si se puede por cuestión de horarios, es muy recomendable hacerla con guía. A nosotros nos llevó hasta la hora de comer, que en este caso por aprovechar el precioso día y por aquello del ahorro, solucionamos con un poco de fast food a la francesa en uno de los miradores. Después, listos para el siguiente destino: Cancale.
![]() |
Cancale |
Precioso el camino hacia Cancale, acompañados continuamente de unas vistas espectaculares del Monte desde diferentes perspectivas. Así, cualquier lugar era bueno para detenerse y hacer una foto.
![]() |
Cultivos de ostras y el Mont St-Michel al fondo |
Cancale entre otras cosas es famoso por sus ostras, y es impresionante ver las zonas de cultivo de las mismas, con el Mont Saint-Michel al fondo.
Lo que también íbamos a descubrir en Cancale es la rapidez con la que cambia el tiempo por estos lugares: en lo que nos llevó atravesar el pueblo, parar a comer unas ostras y volver a por la moto, se preparó un tormentón de cuidado.
![]() |
Diluvio en Cancale |
Con el tiempo justo para ponernos aprisa y corriendo el equipo de agua, no nos quedó mas alternativa que refugiarnos en algún sitio, y qué mejor que una pastelería donde degustamos una tarta de limón extraordinaria y por supuesto anti dieta, para mi desgracia....
Pero, tal cual vino la tormenta, así de rápido se fue, y aprovechamos para continuar ruta a Saint Maló.
![]() |
St Maló |
Al principio de la visita a la ciudad el equipo de agua nos permitió seguir nuestro paseo, mientras que el resto de turistas se agolpaba en los sitios a cubierto que encontraban, pero una vez más el tiempo cambió en un abrir y cerrar de ojos y dio paso a un día en el que nos sobraba todo lo que llevábamos encima .
![]() |
Saint Maló es otra de esas ciudades de la Bretaña francesa que uno no puede perderse.
Rodeada por una muralla circular que data del siglo XIII (aunque reconstruida después de la destrucción que sufrió durante la guerra en 1944, así como l resto de la ciudad), es una ciudad llena de contrastes entre su origen corsario hasta su situación actual como ciudad balneario que acoge a miles de turistas cada año.
Un paseo por sus murallas te hace evocar los acontecimientos de la historia que han visto sus costas y que forman parte para siempre de la historia de la ciudad.
Cuando empezó a brillar de nuevo el sol pudimos ir descubriendo la maravilla del paisaje que rodea esta ciudad y el bullicio que la anima constantemente, tanto por su carácter portuario (salen ferrys hacia la costa de Inglaterra) como por el turismo que inunda este punto de la costa francesa.
Tras recorrer prácticamente la totalidad de la muralla y aprovechando la mejoría del tiempo, decidimos continuar la marcha en busca de otro de los lugares recomendados del día: Dinard.
![]() |
Dinard |
A lo largo del siglo XIX fue lugar preferente de turismo inglés, y en ella se construyeron muchas grandes y suntuosas villas para su utilización como residencias veraniegas.
La zona de playa nos recordaba en cierto modo playas de la costa norte de España, como San Sebastián.
Lo mejor en cualquier caso para nosotros es que estaban en fiestas, y encontramos un puesto donde tomar un vinito y un chorizo o similar a la brasa, que nos sentó de maravilla.
![]() |
Cap fréhel |
El final por tanto, Cap Fréhel.
Allí, además de disfrutar con los impresionantes paisajes de la costa, comprobamos una vez más lo diferente que es viajar en moto a hacerlo en cualquier otro medio de transporte.
Cuando estábamos a punto de marchar para regresar al hotel se nos acercó una pareja, y en perfecto castellano -ella-, nos preguntó de dónde veníamos y cómo habíamos hecho el viaje.
Resultó que ella era gallega y llevaba unos años en Francia, en concreto en París, mientras que su pareja era francés y "motero" y les interesaba saber cómo habíamos realizado el viaje.
Fue un encuentro agradable, siempre lo es cuando a tantos kilómetros de distancia de tu casa te encuentras con alguien de tu tierra.
Como nos había aconsejado la dueña del hotel, decidimos hacer el camino de regreso bajando por la costa por la misma carretera por la que llegamos al cabo hasta Lamballe, donde enlazaríamos con la N-176 hasta Dinan.
![]() |
Arco iris a la bajada de Cap Fréhel
|
Algo que ya habíamos empezado a observar se repitió también aquí y lo seguiría haciendo a lo largo del viaje: las pocas personas, por no decir ninguna, que encuentras al pasar por los pueblos, a cualquier hora del día, pareciendo la mayoría pueblos fantasma.
Para rematar el día cena en un bristó donde degustar algo típico de la gastronomía del lugar, siendo uno de los días en que mejor comimos de todo el viaje.
Día 3 Bretaña-Valle del Loira
El tercer día de estancia en Francia era otro de los días de "transición", lo que no quiere decir necesariamente no ver cosas, pues sería un día al final bastante completo.
Nos esperaban unos 360 kilómetros y la idea era hacerlos con calma, visitando diferentes poblaciones que nos habían aconsejado.
![]() |
Al fondo Oficina de Turismo de Fougeres |
El primer destino del día era Fougéres, y para llegar hasta allí teníamos dos alternativas: ir por la N-176 (la misma que el día anterior nos llevó al Mont Saint-Michel), o ir "acortando" a través de carreteras secundarias por los bonitos paisajes de la Bretaña, y así hicimos.
A la entrada y siguiendo los carteles de oficina de turismo llegamos a la parte alta de la ciudad, que siendo bonita, no merece demasiado la pena si vas sin mucho tiempo, salvo por las vistas que se ven desde los jardines que rodean la Iglesia de San Leonardo.
![]() |
San Leonardo |
![]() |
jardins des plantes |
![]() |
vistas |
Como decía, accedimos a la ciudad por la parte alta de la misma, y tras un breve paseo y siguiendo las indicaciones, llegamos a la Iglesia de San Leonardo y los bonitos jardines que la rodean. Allí pudimos comprobar que lo que principalmente habíamos venido a ver en Fougeres, la fortaleza medieval, estaba frente a nuestros ojos pero bastante alejada como para ir andando. Para colmo, se puso casi de repente a llover (esto es algo que nos sucedería varias veces en el viaje) y tuvimos que ponernos a resguardo de la lluvia un buen tiempo y al final decidimos que sería un sitio al que hay que volver pues tiene que merecer la pena ver con tranquilidad este monumento, y que buscaríamos un sitio donde comer, esperar a que mejorara el día y continuar camino.
Decir que Fougeres fue una ciudad clave en las luchas por las fronteras de Bretaña y de ahí la imponente fortaleza construida entre los siglos XII y XV, que domina la ciudad con su impresionante silueta de granito, y que dicen es en la actualidad, perfectamente restaurada, la mayor fortaleza medieval de Europa .
Regresamos a la plaza donde estaba la oficina de turismo y en una creperie con buena pinta decidimos comer mientras dejaba de llover, y no fue una mala idea.
Nos esperaba Vitré, el siguiente destino del día y no podíamos "perder" más tiempo, es lo que tiene tener muchos kilómetros por delante y diversas paradas que hacer.
Ya según se llega a Vitré impresiona el castillo visto desde abajo, y desde arriba no va a defraudar tampoco....
Si continuas avanzando, la entrada a la parte antigua de la ciudad invita a recorrerla, y si además tienes la fortuna de haber dejado la lluvia atrás y tener una magnífica tarde de sol, mejor.
El casco histórico no es muy grande pero sí muy bonito, con casas con las típicas vigas de madera características de la zona, y callejas estrechas y empinadas.
El monumento más carácteristico sin duda es el Castillo, que hoy alberga el ayuntamiento y un museo para entender la historía de la ciudad.
En cualquier caso, un paseo por la ciudad permite descubrir algunas casas que parecen sacadas de alguna de las películas de la serie Harry Potter .
En cualquier caso, un paseo por la ciudad permite descubrir algunas casas que parecen sacadas de alguna de las películas de la serie Harry Potter .
Aunque la visita fue relativamente corta, pues sólo llevábamos unos 120 de los 369 km totales, nos dio tiempo para ver bastantes cosas, incluso un mercadillo en donde encontramos por primera vez en el viaje frascos de mermelada de cassis (grosella negra), fruto que tenemos en la casa de Asturias y con la que habíamos hecho por primera vez este año mermelada y que es muy típica en Francia.
Lo dicho, nos quedaba mucho camino y continuamos el viaje hacia el destino final del día, Amboise.
Eso si, nos esperaba un nuevo chaparrón, que al menos avisó y nos permitió equiparnos para recibirlo, y también un buen atasco debido al gran número de pueblos que atraviesa la carretera, en los que lo más sorprendente es que en comparación con España no encuentras un solo bar en donde parar a tomar algo y quitarte el equipo de agua.
Tras muchos kilómetros, paramos en la Fleche casi a la desesperada, donde de milagro pudimos tomar algo en un pequeño café que lo único que tenía decente eran las vistas que muestran la foto, Port Luneau.
Como entre unas cosas y otras se nos había hecho tarde y encima no teníamos reserva de hotel, continuamos ruta ya casi sin parar hasta la localidad de destino, la "pequeña y encantadora villa de Amboise", según la describían en una web que vimos buscando sitios a donde ir.
Cuando dejas atrás Tours y te metes en la carretera que va bordeando el Loira, el paisaje cambia totalmente respecto al que habíamos visto los días anteriores y te maravilla con la grandiosidad y el tamaño del río. Y cuando por fin alcanzamos nuestro destino, las vistas del castillo Real de Amboise te hacen sentir que los kilómetros han merecido la pena.
Entramos en la ciudad casi de noche, y después de varios intentos sin conseguir habitación terminamos en un hotel a las afueras, el Etap, muy barato y de los que si llegas de noche, reservas desde una especie de cajero automático. Aunque la habitación al principio te echa un poco para atrás (sobre todo a mí), la verdad es que estaba casi nuevo, el desayuno era muy razonable en calidad y variedad, y para el tiempo que al final pasábamos en el mismo, estuvo bien, y el precio, unos 55€ con desayuno, correcto.
Después de un largo día de moto, un duchazo rápido y bajar a cenar (en un italiano) y dar un pequeño paseo por los alrededores del castillo. He de decir que no me pareció especialmente bonito lo que vimos, quizás por traer unas expectativas diferentes.
En cualquier caso, al día siguiente nos esperaban algunos de los Castillos más bonitos del Loira,y todo estaba saliendo francamente bien. Merecía la pena los kilómetros y todo lo que llevábamos visto hasta el momento....
Día 4 Valle del Loira
Amanecimos temprano porque queríamos hacer y ver muchas cosas en un solo día, y no teníamos tiempo que perder.
Como durante todo el viaje, la noche anterior y el desayuno eran los mejores momentos para "planificar" y seleccionar las cosas que ver durante el día, y así hicimos.
Decidimos y planificamos una ruta casi circular que nos llevaría al Chateau de Chenonceau, el de Cheverny, el maravilloso Chambord, la bonita ciudad de Blois, Chaumont, y de vuelta a Amboisse.
Tras circular por unas carreteras que aquí denominaríamos comarcales, y acompañados por un excelente tiempo, llegamos al primero de los Chateaux seleccionados. Chenonceau, el castillo sobre el río, conocido también como el Castillo de las mujeres, por las mujeres que en él habitaron, entre las que se encuentran algunas tan famosas como Diana de Poitiers, favorita de el Rey Enrique II , a quien se lo regaló, o Catalina de Médicis, viuda del Rey .
Como siempre, unas imágenes valen más que mil palabras para describir el Castillo, pero también hay que decir que su historia es digna de ser leída.
La visita merece la pena por ser además uno de los castillos que mejor amueblados están y por tanto mejor reflejan lo que debió ser la vida en el mismo en su época de esplendor. Especial mención a las cocinas.

El siguiente destino que nos esperaba era Cheverny, que dicen es el Castillo que inspiró al creador de Tintín en La Aventura del Unicornio, como el Castillo en donde secuestran a Tintín y donde descubre otra réplica del barco de Rackman el Rojo.....
En Cheverny decidimos no entrar ( te dejas un dineral si visitas todos los Chateaux y hay que seleccionar), y nos limitamos a sacar una foto desde el exterior (foto que nos costó un pequeño percance, al caerse la moto al dejarla para hacer la foto) y comer justo a la entrada en la terraza de un italiano, francamente bien por cierto.
Esta es zona de sidra, y no podía, viniendo de Asturias, dejar de hacer una foto a una pumarada francesa, como la que encontramos en los alrededores de Cheverny.
Sin más demora nos dirigimos a Chambord, circulando por unas carreteras preciosas entre frondosos bosques, y cruzándonos de continuo con familias en bicicleta, que representa una de las formas más típicas de hacer turismo por el Loira.
Según nos acercábamos a Chambor empezó a amenazar tormenta, y ya llegando a la zona de aparcamiento, sin casi darnos tiempo (la tónica del viaje) para ponernos al menos el chubasquero, empezó a diluviar. Aunque como casi siempre según vino se fue, y volvió a quedarse un día soleado y hasta caluroso.

Pese a la mojadura, la vista de Chambord, te hace olvidarte de lo demás.

En este caso visitamos también el interior del castillo, y a mi juicio merece la pena aunque sólo sea por ver desde las terrazas más altas los extensos bosques de más de 1000 hectáreas que rodean este Castillo, y que habitan ciervos y jabalíes en absoluta libertad.
Chambord, aún siendo el Chateau más grande del Loira, fue concebido como residencia de caza por Francisco I que mantuvo como residencias reales las de Blois y Amboisse.
Después de ver la residencia de caza teníamos que ir si o sí a Blois, que es también una ciudad muy agradable de ver y para pasear con tiempo -el cual a nosotros siempre nos escaseaba un poco, la verdad- pero ver de nuevo el Loira y uno de sus muchos puentes, merece siempre la pena.


Para terminar el día, una última mirada a Blois antes de coger la moto y una visita rápida a Chaumont, y de ahí poner rumbo a casa, perdón al Hotel y descansar de un día largo pero fructífero y de pocos kilómetros comparado con días anteriores, pues sólo habíamos hecho unos 140 Km
.

Ver Castillos del Loira en un mapa más grande
Día 5 Amboisse- Angers
Después de un día de no demasiados kilómetros pero sí muchas visitas, nos esperaba nuevamente una de las jornadas de enlace hasta nuestro próximo destino, Angers.
Intentaríamos ir en la medida de lo posible por carreteras interiores , más tranquilas y sobre todo más bonitas que las autovías, y acertamos plenamente. La elección nos permitió ver escenas como la de la foto con gente en los márgenes del Loira con sus máquinas para correr por la playa......
La partida de Amboise la hicimos disfrutando de un día de sol radiante, y tras alguna que otra vuelta de más a la rotonda de salida, conseguimos orientarnos y dirigir nuestros pasos al primer destino del día, Langeais.
Como no podía ser de otra forma en esta región, lo más destacado de Langeais es su Castillo, que está considerado como la más antigua de las fortalezas de piedra construida en suelo francés.
Construido, ampliado (entre otros por Ricardo Corazón de León), destruido (en la Guerra de los Cien Años), reconstruido varias veces, y en la actualidad aprovechado como atracción turística de primer orden y en buena parte como ayuntamiento y dependencias de la ciudad, impresiona nada más ver su fachada desde la pequeña calle de acceso al mismo, en el centro de la localidad.
Langeais es pura tranquilidad, todo parece discurrir a un tiempo diferente al que estamos acostumbrados a movernos, y todo invita a tomarse las cosas con calma y disfrutar de cada pequeño rincón del pueblo.


Tras el paseo y teniendo en cuenta que nos esperaba un día largo, decidimos adaptarnos al horario de comidas de allí y buscamos una terracita para comer.
Desgraciadamente esta decisión significó en mi caso tomar la peor hamburguesa que he probado en mi vida (prefiero no pensar de qué podía ser la carne) y a un precio no precisamente de fast-food.
En fin que al menos nos dimos el capricho de algo dulce en una pastelería justo enfrente de la entrada al Chateau, que me hizo olvidar la mala experiencia.
Tras el postre, sin café, decidimos continuar ruta hasta la siguiente localización prevista, Villandry.
El castillo de Villandry, de 1536, fue construido por Juan el Bretón, secretario de Estado de Francisco I, el Rey francés que tantas guerras libró con Carlos I de España, y cuando lo mandó construir no creo que pudiera ni imaginar que sería un español de Don Benito, Badajoz, quien con la fortuna de su mujer devolvería el castillo a su esplendor y recuperaría el original jardín renacentista, junto con dos paisajistas andaluces, y que con sus cuatro áreas temáticas es lugar de visita obligada.
Como dato curioso decir que una de las áreas es un huerto que nació por necesidad, para dar alimento a los soldados heridos que se acogieron durante la Primera Guerra Mundial.
Alli, en Villandry, nada más llegar y mientras buscábamos lugar donde aparcar, nos cruzamos con 4 motos custom que más tarde, ya parados y tomando un café a la puerta del Chateau, descubriríamos que eran conducidas por unos matrimonios de españoles, venidos algunos desde Granada y en plena ruta por el Valle del Loira como nosotros.
Desgraciadamente esta decisión significó en mi caso tomar la peor hamburguesa que he probado en mi vida (prefiero no pensar de qué podía ser la carne) y a un precio no precisamente de fast-food.
En fin que al menos nos dimos el capricho de algo dulce en una pastelería justo enfrente de la entrada al Chateau, que me hizo olvidar la mala experiencia.
Tras el postre, sin café, decidimos continuar ruta hasta la siguiente localización prevista, Villandry.
El castillo de Villandry, de 1536, fue construido por Juan el Bretón, secretario de Estado de Francisco I, el Rey francés que tantas guerras libró con Carlos I de España, y cuando lo mandó construir no creo que pudiera ni imaginar que sería un español de Don Benito, Badajoz, quien con la fortuna de su mujer devolvería el castillo a su esplendor y recuperaría el original jardín renacentista, junto con dos paisajistas andaluces, y que con sus cuatro áreas temáticas es lugar de visita obligada.
Como dato curioso decir que una de las áreas es un huerto que nació por necesidad, para dar alimento a los soldados heridos que se acogieron durante la Primera Guerra Mundial.
Alli, en Villandry, nada más llegar y mientras buscábamos lugar donde aparcar, nos cruzamos con 4 motos custom que más tarde, ya parados y tomando un café a la puerta del Chateau, descubriríamos que eran conducidas por unos matrimonios de españoles, venidos algunos desde Granada y en plena ruta por el Valle del Loira como nosotros.
Tras unas fotos "robadas" desde el exterior como auténticos Paparazzi, emprendimos camino hacia Ussé, antigua residencia Real, construida al borde del bosque de Chinon.
La cultura popular atribuye a este Castillo la inspiración de Walt Disney para diseñar los palacios de sus películas de dibujos animados y en concreto el de la Bella Durmiente.
Esta parece ser también la fuente para el cuento original de Charles Perrault . Quizás su contemplación nos saque de dudas, ¿no?.
Foto, y a continuar que nos queda mucho por ver, y mucho por recorrer, pues yo quería llegar antes de que se hiciera de noche a Angers para buscar sin agobios hotel donde alojarnos.
El siguiente destino que a priori constituía visita obligada, y que hizo que no entráramos en ninguno de los Chateaux por los que habíamos pasaado, era la Abadía de Fontevraud, considerada uno de los mayores recintos monásticos de Europa.
Fundada en 1101 por Roberto de Arbrissel, la Abadía fue un recinto monástico mixto dirigido por mujeres. Hubo varias abadesas de sangre real, después de que Leonor de Aquitania viviese en ella sus últimos momentos.
En 1804 Napoleón la transformó en prisión, salvándola de la destrucción y convirtiéndola en una temida central penitenciaria. Los últimos presos fueron trasladados a otro centro penitencial en 1985. Hoy es un importante Centro Cultural.

Necrópolis real de los Plantagenet, en la iglesia abacial están hoy los yacentes de la dinastía Plantagenet: Enrique II, Leonor de Aquitania, Ricardo Corazón de León e Isabel de Angulema.
Está totalmente reconstruida y con la piedra perfectamente límpia de muestras del paso del tiempo, lo que al menos para mí constituyó una pequeña desilusión al dotarla de un aire de nueva construcción que a mi juicio la hace perder parte del encanto.
Sin más dilación, emprendimos camino a Saumur, última parada del día antes del destino final.
Antes de describir Saumur, no puedo por menos que hacer una breve referencia a la relajante carretera que nos llevó hasta alli, de nuevo a orillas del majestuoso Loira y que constituyó sin duda, una de las mejores vistas de todo el día.
El Castillo de Saumur domina desde su privilegiada ubicación la confluencia de los ríos Loira y Thouet.
Perteneció entre otros a la dinastía de los Plantagenet, y como la Abadía de Fontevraud, terminó siendo prisión en la época de Napoleón Bonaparte.
Tras un agradable paseo por los alrededores del Castillo, de disfrutar con la simple contemplación de la vista de la fortaleza y el Loira como gran protagonista, decidimos continuar hasta Angers, ya a pocos kilómetros.
La llegada a Angers y la localización del centro histórico y el hotel, junto a la entrada del mismo, fue perfecta, y el alojamiento ( Hotel Ibis) muy recomendable por ubicación, comodidad y magnífica relación calidad-precio.
El colofón del día no pudo ser mejor. Angers es una ciudad para pasearla con tranquilidad, muy cuidada, poco bulliciosa, al menos lo que nosotros en España entendemos como bullicio.
Decir también que Angers, antigua capital de Anjou, está declarada patrimonio de la Unesco, y el título resulta bien ganado, y como muestra una pequeña galería de fotos.
La llegada a Angers y la localización del centro histórico y el hotel, junto a la entrada del mismo, fue perfecta, y el alojamiento ( Hotel Ibis) muy recomendable por ubicación, comodidad y magnífica relación calidad-precio.
El colofón del día no pudo ser mejor. Angers es una ciudad para pasearla con tranquilidad, muy cuidada, poco bulliciosa, al menos lo que nosotros en España entendemos como bullicio.
Decir también que Angers, antigua capital de Anjou, está declarada patrimonio de la Unesco, y el título resulta bien ganado, y como muestra una pequeña galería de fotos.



Tras asearnos y cambiarnos de ropa, aprovechando la magnífica ubicación del hotel y aconsejados por la recepcionista que nos facilitó un mapa de la ciudad con diferentes recorridos, iniciamos un relajante paseo junto al río camino del Castillo de los Duques de Anjou, que como otros muchos, ha sido a lo largo de su larga historia fortaleza; residencia; prisión; cuartel y ahora , motivo de visita. El día era muy propicio para el paseo, con una muy buena temperatura.
Tras bordear las impresionantes murallas del castillo con sus 17 torres, que nos hacen transportarnos a otras épocas, y siguiendo una de las rutas señaladas, dimos una agradable y tranquila vuelta por el casco antiguo, lleno de plazas con encanto y edificios monumentales .
Eso sí, nos sorprendió lo solitarias que estaban las calles siendo una hora bastante normal para andar por la calle, al menos en España, y más en verano con buen tiempo.
Como habíamos comido muy pronto y ya eran cerca de las 9, decidimos buscar algún sitio agradable donde cenar, y yo además tenía un capricho: cenar tortilla francesa en Francia.
Tras preguntar a unos obreros, casualmente españoles...., nos recomendaron un restaurante que estaba bien y en su terraza conseguí cumplir mi objetivo....

Después de la cena quisimos continuar con el paseo por la ciudad y buscar algún sitio animado donde tomarnos un café o una copa como cierre de un día perfecto. Una vez más, la gente y la animación brillaba por su ausencia y tras caminar por varias calles y plazas, y sacar algunas fotos nocturnas, decidimos bajar hacia el río y averiguar de dónde provenía una música que escuchábamos a lo lejos. Debían estar en fiestas o algo así, y en la otra orilla del río había un concierto al aire libre, con la desgracia para nosotros de que llegamos cuando se había terminado, pero el ambiente continuaba. Siguiendo a la gente, subimos a una terraza en la azotea de un edificio rojo, muy moderno, que entre otras cosas brindaba unas espectaculares vistas del Castillo, la Catedral y en conjunto del caso histórico de Angers, iluminado. Era un lugar muy Chill out, con muy buena música en donde pudimos tomarnos un mojito y un cóctel de no sé que, eso si, muy rápidos porque estaban cerrando, A LAS DOCE DE LA NOCHE. En fin, un gran final para un gran día.....
Ver Angers, Francia en un mapa más grande
Dia 6 Angers- La Pesa (Asturias) (el día de los errores/horrores)
Sexto día, sol espléndido, descansados tras un día perfecto y con buen ánimo para continuar al menos un par de días más nuestra ruta por Francia.
Eso sí, nos esperaba uno de los días largos del viaje ya que el objetivo era ir a dormir cerca de la Duna de Pilat y por corto que quisieramos hacer el trayecto, teníamos al menos 468 kilómetros por delante
.
Para coger con ganas la moto, qué mejor que un buen desayuno en una coqueta boulangerie , esto es, lo que se viene llamando una Tahona, pastelería, panadería, o similares en España, y lugar perfecto en Francia donde degustar unos magníficos croissants y un rico café (bueno, no siempre tan rico).
Dicho y hecho, todo un acierto.
Bien repostados iniciamos el viaje, y esta vez, intentando ir lo más derechos posibles, con tan sólo alguna pequeña desviación para hacer alguna visita recomendada.
Contrario a mis principios, decidimos coger la autopista A87 hasta la Roche-sur-Yon y allí enlazar con la A83 hasta La Créche donde nos salimos con la idea inicial de ir hasta La Rochelle , que nos habían dicho que era muy bonito.
Fue el primer error del día. Tras unos primeros kilómetros agradables, nos dimos de bruces con un monumental atasco y tras un primer intento de aprovechar las ventajas de una moto en este tipo de situaciones, decidimos volver por donde habíamos venido y regresar a la autopista.
Con todo eso, ya se nos hizo un poco tarde y paramos a comer algo rápido en un área de servicio y aprovechamos para repostar, que las gasolineras luego no son fáciles de localizar.
Tras comer vuelta a la autopista .
La siguiente alternativa de visita era Royan, en donde cogeríamos un transbordador para cruzar a la otra orilla y ahorrarnos unos cuantos kilómetros, pero me despisté y cuando me quise dar cuenta nos habíamos pasado la salida correspondiente.
Pero como no era cuestión de "abandonar", al final cogimos otra salida y por ella nos dirigimos hasta Blaye, y ésa al menos si fue una buena decisión.
La carretera nos recordaba en cierto modo a los paisajes de La Rioja por los muchos kilómetros que se hacen rodeados de hectáreas y hectáreas de viñedos. Una sucesión de Chateaux nos acompañará hasta la misma entrada de Blaye a donde llegamos sobre las cuatro de la tarde y justo diez minutos antes de que el transbordador a Lamarque hiciera su salida. Como no habría otro hasta casi hora y media después, y sintiéndolo mucho y por temas de tiempo, dejamos la visita para mejor ocasión y decidimos embarcar. ¡Quien le diría a la moto que subiría tantas veces en un barco!
Tras un rico café nada más desembarcar y para refrescarnos un poco del intenso calor que hacía, que junto con la humedad resultaba en algún momento un pequeño infierno dentro del equipo de moto, continuamos camino y en la ruta nos encontramos con algo que no habíamos visto antes en ningún sitio: cientos o quizás miles de troncos apilados en hileras y unos enormes surtidores de agua "refrescando" la madera, y no pude evitar pararme y hacer una foto.
Pero el tiempo empezaba a escasear, y todavía teníamos que llegar a la Duna, buscar alojamiento y en pocas horas se haría de noche y por tanto no podíamos entretenernos demasiado.
Tras unos cuantos despistes de carrretera, empezamos a acercarnos a nuestro destino.
A medida que lo hacíamos empezamos a atravesar pueblos y más pueblos y en todos ellos unas enormes caravanas que hacían de la circulación un suplicio y máxime a 35 grados en moto y con equipo de moto.
Viendo la muchísima gente que nos estábamos encontrando, paramos en un par de hoteles a preguntar si había habitaciones, aunque sin éxito -o bien lo desechamos por el precio-.
Así sin darnos cuenta llegamos a la Duna , situada en el litoral aquitano del Golfo de Vizcaya en la entrada de la bahía de Arcachón, lugar donde confiaba en encontrar más tarde sin problemas una habitación, fuese en donde fuese.

Es sin duda y con diferencia la de mayor tamaño del continente europeo y debe su tamaño según estudios recientes a un colapso de un gran banco de arena en el siglo XVIII Esta arena, transportada progresivamente por la naturaleza junto con la acción del hombre de forestación para intentar contener el avance de la invasión arenosa, hicieron posible este fenómeno natural para el que lo mejor que se puede hacer es mostrarlo .
Cuando bajamos, un nutrido grupo de jóvenes con cantidad de avituallamiento se dirigía a la cresta suponemos que para contemplar la puesta de sol que debe ser maravillosa y que nosotros sólo vimos en parte por el problema del alojamiento que ya empezaba a ser preocupante.
En fin, que nos dirigimos a la moto y cogimos la carretera por la que habíamos llegado con idea de ir avanzando .
La zona en sí es muy bonita y discurre por el Parque Natural de Las Landas, lo que implica dos cosas: mucha naturaleza y muy poca población, y por ende pocos hoteles y todos -y paramos en unos cuantos- completos.
Ya un poco desesperados decidimos parar a cenar y pensar tranquilamente qué hacíamos.
Tras una suculenta pizza, y tras constatar nuevamente que lo teníamos complicado tras preguntar en el restaurante, nos pusimos en camino, ya con la noche encima.
Llegados a este punto, tras un nuevo error de decisión al no dirigirnos hacia Burdeos retrocediendo sobre nuestros pasos, pensé que era mejor ir hacia Bayona, con el pensamiento de que con seguridad encontraríamos hotel más tarde o temprano, pero lo único que encontramos fueron pueblos "fantasma" donde no había ni una luz, y algún que otro hotel donde los nuevos intentos serían igualmente un fracaso, y todo esto en moto, en una zona desconocida, sin equipo para dormir al ras y cada vez más avanzada la noche.
A partir de aquí, y por resumir, Bayona, Biarritz, Irún, San Sebastián, entradas y salidas de autopista intentando en todos los hoteles que encontrábamos, y la decisión final, a las tres y media de la mañana y tras el último NO HAY HABITACIONES en un hotel de San Sebastián: llegar a casa, a La Pesa, como fuera.
Para que no faltara nada, los últimos 120 kilómetros, con niebla y bastante frío, preocupado además por no perder a la "paquete", por si se quedaba dormida por el cansancio y se caía de la moto.
Así hasta las 7 de la mañana , hora a la que entrábamos en casa, rotos, helados y sin ganas de hablar...
En fin, una lástima, pero visto ahora, con tranquilidad, una experiencia más de la que aprender. Casi 1.100 km recorridos en un solo día, de los cuales 700 los hicimos viajando de noche parando tan sólo para intentar encontrar alojamiento.
Pero al menos tendremos algo que contar a nuestros nietos, y seguro que con una sonrisa..
Ver Indicaciones de ruta en coche para La Pesa, Llanes en un mapa más grande
No hay comentarios:
Publicar un comentario